La separación de los padres es una situación muy difícil para los niños.
Cuando los adultos se divorcian, pierden una relación, sus sueños, su identidad como familia y pareja, sus amigos, etc. Su vida económica, trabajo y actividades diarias se ven afectadas. Sufren y generalmente se sienten atrapados en un caos emocional.
A los hijos les pasa lo mismo.
Pierden la cercanía física o emocional con uno o ambos padres, su identidad como familia, su estabilidad, su seguridad emocional, etc. También se afecta su vida diaria, sus rutinas y su vida emocional está fuera de su control.
Si se dan, además, factores emocionales en los padres, los efectos negativos en los hijos pueden multiplicarse. Por ejemplo: Una mala aceptación del divorcio por uno de los padres puede llevarle a convivir con una persona deprimida u hostil. La separación conlleva, por su propia naturaleza, una cierta hostilidad entre los padres. Cuando esa hostilidad se traslada a los hijos, intentando que tomen partido o que vean a la otra persona como un ser con muchos defectos, se está presionando al niño para que vea a su padre o madre desde un punto de vista equivocado, porque tendrá muchos defectos; pero siempre será su madre o padre. Si la hostilidad entre los cónyuges persiste después del divorcio, es difícil que no afecte a la convivencia con el niño.
Factores emocionales que se modifican en el niño por el divorcio de sus padres según Amato (1994) y diferencias con los niños cuyos padres continúan juntos:
Cosas que deberíamos saber: Según la edad de los niños, las reacciones serán distintas. Si identificamos alguna de ellas en nuestros hijos, estaremos a tiempo de ayudarlos y que no evolucione en algo peor. Por todo esto aquí tenemos unos consejos e indicadores a revisar según grupo de edad.